MUJERACTUAL.COM, 4 de diciembre de 2004


Entrevista a Sahar Saba

JESÚS VICENTE / TRIBUNA


Sahar Sada es el nombre tras el que se refugia una mujer de aspecto frágil pero de actitud valiente que exige el respeto por los derechos humanos en Afganistán, y por los derechos fundamentales de las mujeres afganas. Invitada por la ONG, Paz Ahora, en representación de la Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (RAWA), pronunció una conferencia de prensa en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el 4 de diciembre. Ese mismo día tuvimos ocasión de hablar con ella.

¿Qué ha cambiado en Afganistán después de la guerra?

No ha cambiado mucho. Los pocos cambios habidos se han producido en Kabul y en unas pocas ciudades. Pero la situación general sigue siendo terrible, especialmente para las mujeres. La presión de las tropas de Naciones Unidas está permitiendo que las mujeres en Kabul puedan aparecer sin burka, y en ciertas escuelas se pueda escuchar música. Sin embargo, en otras partes de Afganistán, las mujeres sufren una situación similar a la vivida con los talibanes, son víctimas de secuestros y de violaciones, y ha aumentado el número de suicidios en los últimos años. Sigue habiendo tráfico de mujeres y de niños de la basura. Así les llaman los que comercian con sus órganos.

Pero la imagen que llega a Occidente parece de normalidad.

La razón es obvia, el Gobierno de Estados Unidos tiene que justificar de alguna manera la guerra en Afganistán y la intervención en Iraq. Para que esa justificación sea creíble necesitan dar una imagen de progreso, de seguridad y de cambio en Afganistán. Además, Estados Unidos tiene una responsabilidad de cara a su opinión pública y utiliza esta propaganda para conseguir sus fines estratégicos y económicos en la zona.

Desmontemos esa propaganda, hablemos de derechos humanos.

En Afganistán no existen los derechos humanos, en ese sentido casi nada ha cambiado. La mayor parte de la población es muy pobre, no tiene acceso a lo más básico -comida, educación, etc. y vive constantemente amenazada por las bandas armadas. En una situación así es difícil preocuparse por los derechos humanos. Democracia y tolerancia son palabras lejanas en el Afganistán actual. Lo urgente es comer. Todo ello ha sido consecuencia de las brutales intervenciones que se ha hecho en Afganistán y del apoyo de Estados Unidos a los talibanes primero y al Gobierno actual después.

¿Hay alguna esperanza?

Sí, tenemos esperanzas porque el pueblo quiere cambios, tiene ganas de cambiar la situación de su país, de luchar por los derechos humanos y los derechos de la mujer. Y, en ese sentido, RAWA apuesta por educar a la gente, especialmente a las mujeres para que puedan participar en ese cambio y en la construcción de un futuro diferente.

¿Pero las mujeres siguen sufriendo persecución?

Sí, claro. Aunque la falta de seguridad es general para toda la población, una organización como RAWA la sufre en mayor medida. Por eso, todos sus proyectos tanto en Afganistán como en Pakistán siguen siendo clandestinos, no tiene ninguna oficina oficial, no tiene ningún proyecto oficial. El enemigo sigue allí, el fundamentalismo islámico, y no tolera la voz de las mujeres.

Háblanos de RAWA

RAWA (http://www.rawa.org/) se creó en 1977 con el objetivo primordial de luchar por los derechos de las mujeres y por la democracia en Afganistán, y es la única organización que lucha por una democracia laica, siendo acusadas, por eso, de mujeres occidentalizadas. Pero no perdemos la esperanza y seguiremos denunciando en el mundo lo que está pasando en Afganistán. Sus principales proyectos están dedicados a hacer llegar la educación y la sanidad a las gentes más pobres de Afganistán y Pakistán. Para todo ello necesitamos apoyo externo. Un euro en occidente no es nada pero en Afganistán puede contribuir a que un niño vaya al colegio.

¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos?

Los proyectos más recientes de RAWA tanto en Afganistán como en Pakistán son proyectos educativos, cursos de lectura y escritura para niños y niñas, y adultos, y sanitarios, con hospitales y equipos móviles de médicos, pero también organizamos orfanatos, granjas o talleres para elaboración de alfombras. Nuestra actividad política está dirigida a denunciar todos los problemas que genera el fundamentalismo, tanto en nuestro país como a la opinión pública internacional. En nuestra página web intentamos recoger todas estas informaciones y denuncias. Básicamente, el principal objetivo de RAWA es cambiar la mentalidad de la gente y la cultura; hay que atacar al poder con la pluma, invirtiendo en educación (solo el 5 por ciento de las mujeres afganas sabe leer). Tenemos muchas dificultades porque los medios son limitados y solo contamos con apoyos individuales sin ninguna organización detrás.

¿No existen más organizaciones con los mismos objetivos?

No, en estos momentos RAWA es la única organización seria que lucha contra el fundamentalismo, y por la reinserción de mujeres. Hay organizaciones sociales y ONG que se dedican a diferentes áreas pero ninguna lucha por la causa política de las mujeres. RAWA ha intentado conectar con alguna de ellas pero el planteamiento de la actividad es diferente. Lo que nos diferencia es que nosotras, además de educar a las mujeres, les tratamos de indicar por qué y cómo luchar por sus derechos.

¿Qué piensa RAWA del presidente Karzai y su actual Gobierno?

RAWA no considera que Hamid Karzai sea un fundamentalista, pero no tiene un pasado claro porque colaboró con la Alianza del Norte y después con los talibanes. El problema, además, es que está rodeado de los señores de la guerra que le manejan a su antojo. El presidente es un títere. Esa es la opinión generalizada en Afganistán. Por otra parte, aunque en el Gobierno actual hay dos mujeres no son representativas de las mujeres afganas. La ministra de Salud, por ejemplo, colaboró con los rusos y con los talibanes. La falta de seguridad en el país se deriva de esta inestabilidad política provocada por las luchas de poder de los señores de la guerra que están gobernado un país dividido.

La nueva Constitución no parece poner fin a esta situación...

Todos los miembros que han elaborado el borrador de la Constitución son políticos que, de alguna manera, tienen una deuda con el fundamentalismo y una trayectoria política poco clara porque, aunque no estuvieran relacionados con el fundamentalismo, nunca se opusieron a él. Por si fuera poco, el borrador de esa Constitución ha sido redactado bajo la presión de la Alianza del Norte. El mismo nombre, República Islámica de Afganistán, ya señala el origen islámico y la influencia fundamentalista.

¿Hay algún partido verdaderamente democrático en Afganistán?

En este momento no, aunque hay iniciativas de grupos de personas que se organizan y querrían constituir partidos políticos. Sin embargo, hay muchas restricciones que no permiten que aparezca una fuerza de este tipo, falta de seguridad, libertad de expresión limitada, etc. De todas formas, estoy convencida de que terminará por haber organizaciones realmente democráticas.

¿Qué le pedirías a los gobiernos occidentales?

Les pido que acaben con su apoyo político, moral o financiero a cualquier tipo de fundamentalismo en Afganistán, ya sea a los talibanes o a la Alianza del Norte. La comunidad internacional tiene que dejar de apoyar a los fundamentalistas afganos porque los talibanes eran un grupo reducido odiado por la mayoría del pueblo que empezó a crecer, durante la invasión soviética, con la financiación de los Estados Unidos. Y tiene que apoyar la intervención pacífica de las Naciones Unidas, extendiéndola a todo el país. Si realmente los gobiernos occidentales quieren ver un cambio democrático tendrán que apoyar a los individuos y a los grupos que luchan por la democracia y no a los fundamentalistas. Eso es lo que pide RAWA, apoyo moral, político y financiero, que no se olvide Afganistán.

¿Qué posibilidades tiene RAWA de incidir en la política actual de Afganistán?

De momento RAWA no puede jugar ningún papel en la vida política porque es una organización clandestina con sede en Quetta, un pueblo paquistaní cercano a la frontera de ambos países. Nosotros querríamos pero ahora mismo, por seguridad, es imposible. Tratamos de influir en la sociedad afgana de una manera indirecta, y viajamos al extranjero para informar de la situación del país y pedir apoyos a los gobiernos occidentales. Porque realmente Afganistán recibe pocas ayudas y la mayor parte de ellas va al bolsillo de los que están en el poder o se queda en Kabul, el escaparate para Occidente, pero el resto del país no recibe nada. Hace falta más apoyo financiero y político para salir de esta situación potenciada por el fundamentalismo y mucho más para que las mujeres se puedan integrar en la vida política y la vida social.

¿Tu actividad es clandestina?

Como la de todos los miembros de RAWA. Tengo que tener mucho cuidado porque ahora tengo que regresar y continuar con mi trabajo y, a pesar de mi petición, han aparecido fotos mías poniéndome en peligro a mí, a mi familia y a mis amigos. No es cuestión de miedo porque si tuviéramos miedo no levantaríamos la voz. Es la prudencia la que nos permite continuar con nuestro trabajo durante años. Yo llevo 17 años trabajando para RAWA. He sido maestra, he participado en varios grupos de trabajo y ahora me toca viajar y dar conferencias, asumiendo el riesgo de ser mucho más conocida. Lo asumo y me siento muy orgullosa de formar parte de una historia que estamos construyendo las mujeres afganas. Estoy orgullosa también de tener voz y educación gracias a RAWA porque yo vivía en un campo de refugiados y pude asistir a una escuela de RAWA.

¿Participan los hombres en RAWA?

Hay centenares de hombres que están colaborando con RAWA, tanto en Afganistán como en Pakistán, y facilitan sus actividades porque sería muy difícil actuar en sociedades como la afgana o la paquistaní orientadas al hombre sin apoyo de hombres. Así que son muchos hombres los que participan y se les da participación de una manera muy activa, sin embargo no tienen estatuto de miembros porque es una organización principalmente feminista de mujeres.



Esta entrevista fue publicada originalmente en marzo de 2004 en la revista Tribuna de la Administración Pública.









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